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jueves, 16 de febrero de 2017

Colecho. Si, no o que.

Ya antes de nacer mi hija mi Santo marido tenía bastante claro que de colecho nanai de la China.

¿Por qué?. Pues básicamente por miedo al aplastamiento de un bebé indefenso.

Yo por mi parte no decía ni que si ni que no. Simplemente estaba expectante.

El día que nos dieron el alta en la residencia y nos fuimos a casa con la polluela, me di cuenta de que como mejor se quedaba dormida era encima mía, dormida boca a bajo contra mi pecho y así era como nos quedábamos fritas ambas.

El Santo esperaba pacientemente a que esto sucediese y luego trasladaba a la peque a su minicuna que estaba pegadita a la cama.

Desconocía la existencia de minicunas de colecho, pero vaya, que dormía pegadita a nosotros, aunque no en la cama entre cada uno.




Agradezco enormemente que mi marido se encargase de trasladarla porque yo, inconscientemente, no movía un solo músculo de mi cuerpo para no molestar a la polluela. 

Poco a poco nos dimos cuenta de que nuestra hija tenía su "carácter" a la hora de dormir. Es decir, cualquier ruido la hacía quejarse.

Vivimos en un piso con suelos de madera donde al pisar cruje bastante así que con el paso del tiempo cada vez eran más notorios sus cabreos si te levantabas de noche para ir al baño y crujía una tabla bajo nuestros pies. La tensión se respiraba en el ambiente en esos momentos.

Así fue como con cinco meses decidimos trasladarla a su propio cuarto. Ni colecho ni leches. Mi hija fue feliz cuando dejó de estar en nuestra habitación y ningún ruido alteraba su sueño nocturno.

¿He hecho colecho con ella?. Pues de noche puedo deciros que he debido dormir (mal dormir más bien) la friolera de dos noches. Ella estaba con mucha fiebre y para no tener que estarme levantando cada poquito a vigilarla, me la traje a mi cama.

De rebote eché al Santo, lo siento, pero mi cama tiene un cupo máximo de dos personas 😂.

Yo, ya os he dicho, por instinto no me muevo si me veo muy aprisionada por no molestar a mi hija así que para mi el colecho sólo es cuestión de necesidad extrema.


(foto de la web: Ser Padres) 


Esas dos noches donde cada una podía disfrutar sus 80 centímetros de cama hasta dormí un poco (quitando cuando nos tocó limpiar vómitos...).

Algún mediodía también me he acostado con ella para que durmiese, en casas extrañas. Incluso alguna siesta de primera hora de la mañana porque si no la acostaba conmigo, no dormiría.

Puedo decir que mi hija no es de colecho.

También puedo decir que creo que quienes determinan si haremos colecho o no son nuestros hijos. 

Da igual la idea preconcebida que tengamos de este tema. Cuando son bebés, serán ellos los que nos digan si quieren estar en nuestra cama o no.

La mía dormía a gusto encima nuestra pero no en nuestra cama.

También sé que mi hija no fue de pecho y a veces, dando el pecho el colecho se intensifica por comodidad.

Este post lo he escrito a raíz de leer últimamente muchos post de; Colecho Sí, colecho no.

Pues yo opino que... colechéis si el bebé quiere y no colechéis si el bebé no quiere. Al final, el que tomará la decisión será el pequeño, no vosotros. Como en muchísimas otras cosas en las que nos hacemos ideas preconcebidas y luego la realidad nos da un tortazo para que abramos los ojos.


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Gracias por leer mi blog, este post y por comentar si te apetece. Si lo compartes harás que este post pueda ser leído por personas a las cuales les sirva de ayuda. Y que el tiempo que yo dedico a escribir merezca un poquito más la pena, si cabe.






jueves, 2 de febrero de 2017

Mi hija está enferma por culpa de tu hijo

Cuando decidí meter a mi hija en la guardería (mi manera de pensar no variará el día que la lleve al cole) siempre fue con la premisa de que si la peque se encontraba mal, tenía fiebre o algo contagioso, no iría bajo ningún concepto. Se quedaría en casa que es donde debe estar.

Pero lo que yo no puedo entender es que si yo lo tengo tan claro, ¿cómo es posible que otros papás no lo vean así?.

Mi hija acaba de salir de su última enfermedad, cortesía de un compi de la guarde, o más bien de sus padres, que sabiendo que contagiaba, lo llevaron igualmente.




Y cuando veía a mi niña llorando de lo mala que estaba me llevaban los siete males. No logro entender qué pasa por las cabezas de esos padres.

Si mi hija está mala, se queda en casa.

Si mi hija puede contagiar una enfermedad, se queda en casa.

Si mi hija tiene febrícula o fiebre, por muy bien que se encuentre, se queda en casa.

¿Que trabajo?, me pido el día. ¿Que yo no puedo?. Pues que se lo pida su padre. ¿Que él no puede?, pues un abuelo, un tío o un amigo. Pero desde luego los demás niños no tienen que contagiarse por culpa mía.

He sabido de una guardería que ya por necesidad ha llegado a enviar ésto a los papás clientes de la misma:

En este momento aumentan las enfermedades y por lo tanto también los contagios.

Es momento de recordaros cuando NO se debe traer a los niños a la escuela.

En los últimos días y especialmente hoy, vinieron muchos niños a la escuela con diarrea.

Las diarreas son enfermedades contagiosas producidas por un virus, bacterias o protozoos. Se debe dejar pasar un mínimo de 48 horas desde que el niño haga su última deposición diarreica para volver a la escuela.

No pueden venir a la escuela con diarrea. Una cosa es hacer una deposición "suelta" puntualmente y otra son varias seguidas o durante varios días, en este último caso no deben venir hasta que estén bien.

Lo mismo hay que hacer en el caso de vómitos por gastroenteritis. 




Aunque sabemos que la conciliación laboral y familiar no és fácil, apelamos a vuestra responsabilidad para lograr el bienestar de los niños/as con el objetivo de que cuando estén enfermos reciban los cuidados en casa y no contagien a otros niños porque siempre nos ponemos en el punto de vista de que "mi hijo se contagió en la Escuela" y no pensamos que fue nuestro hijo el que contagió a otros.

Sabéis que la escuela NO es un servicio de atención exclusiva a un niño/a y cuando están malitos no es un lugar cómodo para ellos. 

Esto mismo se aplica a infecciones respiratorias, conjuntivitis, fiebres, enfermedades de la piel, etc, que no deben venir hasta que estén totalmente curados y sin ningún síntoma.

Gracias por comprenderlo.

Me alucina que tengan que escribir esto a los padres, pero lo que más me fascina es que nosotros los padres, con la mitad de esos síntomas, nos quedaríamos en casa y en cama seguramente.




¿Por qué no pueden quedarse los niños en casa que es dónde deben estar cuando están malos?.

¿Tan egoístas somos que sólo vamos a lo nuestro?.

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lunes, 12 de diciembre de 2016

Cuando te conviertes en un lastre... Adiós, amigos.

Antes de tener a nuestra peque, teníamos vida fuera de casa.

Me explicaré mejor: salíamos a comer, a cenar, de fin de semana....

Teníamos hasta un grupito con el que hacíamos la mayoría de estas cosas. No quedábamos todos los días pero sí salíamos de vez en cuando.

Ya embarazada hacíamos cábalas de cómo nos llevaríamos a la peque a todos los lados. Fines de semana, restaurantes, !incluso verbenas!. Una cena fuera no debería ser impedimento con una bebé...

Esos castillos en el aire se derrumbaron al nacer ella. Ves a un ser tan pequeñito, tan vulnerable que lo que menos pretendes es alterar sus rutinas, esas que para ella son tan importantes y que a ti te salvan la vida.

Y así, poco a poco, te conviertes en un estorbo para tu anterior grupo de "fiestas".

Un fin de semana os vais de nuevo todos juntos aunque ya no es lo mismo porque nuestras prioridades son que la peque coma y duerma igual, mientras las suyas son irse a ver cosas bonitas de la zona. Y ahí se empieza a torcer el tema.

De pronto te enteras de que se han ido de fin de semana y ni siquiera han preguntado si os animabais a ir.




Luego escuchas que hay algunas veces cenas entre semana, pero claro, nosotros no vamos a ir con la peque tan tarde... 

En ese momento empiezas a procesar que te has convertido en un lastre.

Que definitivamente ya no cuentan contigo para nada, porque ya eres de otro club, del club de padres, que serán los únicos que te entiendan y se pongan en tu lugar.

Y empiezas a pensar en todas las cosas bonitas que has pasado con esas personas y en lo mucho que las quieres, pero también es doloroso procesar que no pueden ponerse en tu lugar o no te comprenden. Porque a ver, ¿quién en su sano juicio que no tiene hijos puede entender que llores la primera vez que tu pequeña se pone mala de verdad?. Vómitos, fiebres altas, llantos,... Ya sabréis de qué os hablo. 

Pero cuando al fin piensas con un poco de frialdad, te convences de que esa fase ha pasado. De que la vida esta llena de etapas y la que vivimos ahora mismo con nuestra pequeña terremoto no la cambiaríamos por nada. Aunque a veces nos sature, aunque a veces echemos de menos "hacer algo distinto". Aunque sin duda, les echemos de menos a ellos.




En este nuevo ciclo hemos probado el irnos de fin de semana con otros papás amigos. Todos intentamos ser hippies y no preocuparnos más de lo necesario, pero al final, lo más maravilloso del fin de semana es ver que los pequeños se lo pasan pipa, que se ríen sin parar y que no quieren que acabe el día.

Es este nuevo periodo con los amigos papás valoras que es hora de recogerse cuando hace frío para los niños, o cuando ya es tarde y deben dormir.

Que el café se toma si la cafetería tiene zona de niños. O no se toma si hay un parque cerca y hace sol y ellos pueden quemar energía.

Que se va de restaurante si ellos no serán una molestia allí y que las tardes de juegos son lo más.

Que al final al día, cuando los peques duermen, recuperas tu vida "sin hijos" en los que nosotros volvemos a ser los protagonistas indiscutibles y podemos disfrutar de una buena cena, sobremesa y risas. 

Aunque hay que acostarse pronto, que al día siguiente tendremos despertador asegurado.


Sé que quedan nuevas fases por llegar, y que también serán bonitas y distintas.




Gracias por leer mi blog, este post y por comentar si te apetece. Si lo compartes harás que este post pueda ser leído por personas que quizás estén pasando por lo mismo y a las cuales les sirva de ayuda. 






martes, 29 de noviembre de 2016

Hace dos años. Haces dos años.

Hace dos años, a estas horas ya estabas en mi vida. En nuestras vidas.

Cuando me preguntaban cómo quería que fuese mi parto, decía que me daba igual, que sólo quería que tú vinieses bien y estaba segura de que si me decían que tenía que hacer el pino o me tenían que rajar de arriba a abajo, la verdad es que me importaba un pimiento. Sólo me preocupabas tú.

Ya habíamos sufrido lo nuestro. Sólo sabíamos que te queríamos, y sana. Eras nuestra única preocupación.


No me perdí una clase preparto ni idealicé mi parto. Hasta me reía diciendo que tanto hacer masajes en el perineo y ya verías como al final me hacían una cesárea.

Tenía claro que sí quería epidural, que yo no nací para soportar dolor innecesariamente. Y al final, ni la epidural fue suficiente.

Me desperté la mañana anterior a las 6 de la madrugada porque ya no tenía sueño y había un día maravilloso por delante.




Tu santo padre se empeñó en que fuésemos a urgencias porque perdía un pelín de líquido. Y yo le decía, "es el tapón mucoso seguro"... Pero papá erre que erre con que fuésemos, así que fuimos, pero por darle en las narices, que yo tenía razón.

Estaba de 38+3 y cuando llegamos, en vez de media hora en monitores estuve hora y media. Allá se me iba la mañana con la de cosas que teníamos que hacer...

Cuando al fin nos vio el ginecólogo me dio la razón a mi. Yo la tenía. Era el tapón. Aún así, ya que estaba allí decidió echar un ojo... Y ahí se acabó mi razón. Tenía una fisura y estaba perdiendo líquido.

Vaya, pues a provocar el  parto. Y ahí fue todo muy lento y muy rápido. 12 horas después estabas con nosotros. 

Como en la monitorización no estaba claro si sufrías o no, te hicieron pruebas de PH a través de mi. Yo no sabía qué se hacía exactamente. Hasta días después no lo supe con claridad. Te clavaban una aguja en la cabeza a través de mi. Pero era la única manera de saber si sufrías. Y después de cuatro pruebas, siguió siendo todo tan dudoso... 

Yo ya había dilatado 5 centímetros, pero no sabíamos cómo estabas. Así que en ese momento el ginecólogo me miró y dijo... "no podemos esperar más". Y yo dije, "vale, hacedme una cesárea". 

Y así me llevaron pitando al quirófano. La epidural no me hizo el efecto que debía y me enteré de parte de ese "parto intestinal" por llamarlo de alguna manera.

Sentí cómo se movían dentro de mi, y recuerdo haber gritado de dolor. Tremendo. Luego me desvanecí. Abrí los ojos al oírte llorar.

Te dije, "cariño, no llores, estoy aquí". Y se hizo el silencio. No volviste a llorar más. Te pusieron al lado de mi cara, pero fue tu padre el que pudo hacer el piel con piel contigo.

No me moví apenas en todo ese día, que empezó contigo en mis brazos sobre las 6 de la madrugada cuando volví a despertar. Pero a pesar de no poder moverme no podía borrar la sonrisa de mi cara.

Me habían hecho una cesárea. Inmovilizada, no pude vestirte, desvestirte, darte ningún bibe, ni cambiarte ningún pañal ese día. Nada. ¡Pero fui tan feliz!. Estabas conmigo. Sana, perfecta. Lo demás no importaba.




Tus primeras veces fueron de la abuela, mi madre, y me alegro de ello. Y de ver a tu padre empapándose de cómo desvestirte y volverte a vestir, y luego haciéndolo lleno de dudas y embargado de felicidad.

Llegaste a nuestras vidas tal día como hoy hace dos años. Los dos años más maravillosos y más rápidos de mi vida. 

Porque nunca pensé que pudiese amar tanto. Porque nunca pensé que podría tener tanta paciencia. Porque nunca pensé que lloraría por verte sufrir. Porque nunca pensé que tuviese un límite del dolor tan pequeño contigo.

Porque veo que cada día nos dedicas tus mejores sonrisas y tus abrazos más fogosos. Y porque en tu boca siempre están papá y mamá.

Porque eres lo mejor que hemos hecho en la vida. Porque por tí mataríamos y moriríamos.

Porque eres en el engranaje más pequeño y sofisticado de nuestra familia de tres.

Porque nos queda toda la vida a tu lado y se nos seguirá haciendo corta.

Porque eres nuestra mayor recompensa.

Porque te queremos, así sin más.

"Felicidades C."