lunes, 16 de octubre de 2017

Arde Galicia

Hoy no he desayunado. No soy capaz de llevarme nada a la boca.

Tengo las luces encendidas porque el humo no deja pasar la claridad y no termina de ser de día.

Tengo las ventanas cerradas. Hoy mi casa no se ventila. No es viable ni pensarlo.




Tengo el corazón dividido. Dividido entre la empatía hacia esas personas que esta noche no han podido dormir en sus casas.

Empatía por esas personas a las que ayer les cogió el fuego en la autovía y vieron sus vidas pasar por delante recordando lo vivido hace tan poco en Portugal.

Empatía por esas personas que se echaron a la calle a luchar contra el fuego.




Empatía por esas personas que no pudieron pegar ojo esta noche pensando que el fuego quizás llegaría a sus casas, mientras sus hijos dormían plácidamente en sus habitaciones sin saber lo terrible de la situación.

Empatía por esa gente fallecida por el fuego.




Empatía por mi tierriña. Porque me la están quemando. Porque oigo sirenas y veo coches de policía a toda mecha. Porque según avanza la mañana esto está más y más oscuro y más y más lleno de humo.

Empatía porque ayer iba pasando el día sin presagiar ni de lejos cómo iba a terminar, con tanta desolación y amargura en el alma de tanta gente.

Y odio. Odio visceral hacia todos aquellos que han provocado esto. Siento un odio terrible, difícil de callar, que quiere salir de mi boca en forma de grito desgarrador.

A esta gente les han enseñado a ser así, me dicen. Desde pequeños los educan en que los incendios son buenos, crean puestos de trabajo y saben dónde deben plantar fuego para hacer el daño necesario.

Más de 25 incendios provocados en la noche del sábado al domingo. Lo siento, no puedo empatizar con esta gente. Ni con quien los educó así. No creo que haya castigo suficiente en tres vidas para pagar todo el terror y daño provocados. 




Y siento un odio voraz por esa otra gente que aprovechando los incendios se dedicaron esta noche pasada a crear nuevos focos.

No quiero tener que presenciar esto de nuevo, a ser posible, en lo que me reste de vida.

Ahora, en este momento, mis deseos sólo se centran en que llueva. Y la lluvia no aparece. Y nos estamos quedando sin nuestro verde. Sin nuestros montes. Sin nuestros animales...

No quiero que mi hija note en mi cara la frustración y la pena, el duelo que estamos viviendo mientras esperamos un milagro mirando al cielo que no podemos ver.  Sólo quiero llorar...

#ArdeGalicia 






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 Gracias por leer mi blog, este post y por comentar si te apetece. Si lo compartes harás que este post pueda ser leído por personas a las cuales les sirva de ayuda. Y que el tiempo que yo dedico a escribir merezca un poquito más la pena, si cabe.

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